Nada en la vida me preparo para ser mamá de dos. Este año mi primer año con dos. Una ya de 3 años y otro de 8 meses. La intensidad de este año no la comparo con nada vivido antes. Bajar las revoluciones para entender que esto es pasajero y no siempre será así, me cuesta mucho trabajo. Es un ir, venir, subir, bajar, hacer, cantar, gritar, enojarte, contentarte, reír, llorar, bueno nada es igual cada día y sin embargo todo tan parecido.
Hoy por hoy esto parece interminable. Es cansadisimo, es padrisimo, es súper complejo y lo más sencillo del mundo. Soltar un poquito por salud mental es necesario. Las cosas perfectas nunca serán y no pretendo que sean.
Estoy aprendiendo a fluir mejor, a entender que humanamente soy un ser limitado (a dos brazos, dos piernas, una cabeza, dos ojos) no puedo estar en dos lugares al mismo tiempo (aunque lo intento todo el tiempo). He aprendido que aprendiendo yo, ellos también aprenden. Aprenden que: mamá es humana como ellos y se equivoca, pide disculpas; se enoja y después recapacita; llora y después se calma; ríe a carcajadas y también canta a todo pulmón; mamá se cansa y necesita que por favor se duerman! En fin, aprenden que puedes sentir todos los sentimientos del mundo y no pasa nada. La vida en familia sigue y nos queremos y valoramos igual. Y aquí estamos los unos para los otros. Nos ayudamos y nos respetamos. Y estamos aprendido a compartir, el tiempo, el espacio y nuestras cosas, los cuatro por igual.
En uno de mis cursos una amiga súper sabía me dijo, Ana la vida les enseña resiliencia. Y si, ahora entiendo que sí, así es. La vida en familia y lo que vivimos día a día emocionalmente los nutre, y eso los empodera.
Que cansado es tener hijos! honestidad ante todo. Quien diga lo contrario, ijole no se que súperpoderes tenga…
Estoy aprendiendo a reinventarme, a adaptarme al cambio constante, a dejar las expectativas de situaciones perfectas. Es lo que es y sigamos viviendo. 3 años y 8 meses, necesidades diferentes y a la vez similares: afecto, atención, tiempo. Mi reto más grande, tener una vida en paralelo, por eso escribo y leo (cuando tengo energía para eso) es mi salvavidas a la cordura. Porque están creciendo, inevitable, y cada vez me necesitarán menos y yo me necesitaré más.
En este compartir de caminos, quiero ser eso, su compañera. Hoy soy 100% su compañera: físicamente, emocionalmente y espiritualmente. Pero llegará un momento en donde físicamente no seré yo tan requerida, y es ahí, en ese momento en donde lo que estoy haciendo hoy por mí será mi flotador. Tener una vida en paralelo, mi reto. No hablo de extremos egoístas, sino de hacer pequeñas cosas que me llenen de energía el tanque, para hoy seguirle con ellos y que mañana sea mi ancla para dejarlos volar.
Leí una reflexión muy hermosa que me compartió una amiga, sobre el tiempo y como este pasa “ingratamente” como los hijos vuelan y “olvidan” a los padres. Claro que la leí y solté lágrimas, pero después pensé, es que de eso se trata!. Para eso los trajimos a este mundo, para que vuelen. No los quiero eternamente enredados en mi falda. Amo que sean libres y que en esa libertad se encuentren a ellos mismos. Que vivan una vida llena de luz y alegría. Esa misma luz y alegría que les ayudará para encarar momentos difíciles. Que antes de “pensar” en mí, en ellos mismos encuentren ese poder interior para salir adelante. A mí siempre me tendrán, pero es necesario, que sepan que se tienen ellos mismos por sobre todas las cosas. Eso siempre será suficiente. No necesitan más.
Namasté
Ana